Cuando el espíritu se convierte en guerrero, el miedo se diluye y aparece una tranquila falta de respeto hacia los límites.
Cuando el espíritu se convierte en guerrero, actúa como tal en todos los haberes cotidianos, se hace humilde, adquiere dotes de mando hacia sí, y acaso hacia otros, sin proponérselo siguiera.
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