La mentira es un hecho. Se pueden escribir, enviar, recitar los más bellos poemas sin sentir ni un verso. Es la cobardía del vocabulario, la tentación de seducir sin convicción ni esfuerzo. La técnica (por ejemplo la de escribir poemas o la de hablar persuasivamente) supone un magnífico escondrijo para perpetrar las más osadas tropelías armado del lenguaje. No en lo escrito pero sí en cambio en la voz, y acaso en la mirada, aparece, tal vez esquiva, el alma.
Es tan importante la voz, que la única existencia material de muchas ideas y conceptos es el sonido que emitimos al pronunciarlos… dijo César…
Las cosas importantes se han de decir cara a cara.
La razón humana tiene el poder de reducir cualquier objeto cognoscitivo a concepto ¿qué límite puede haber en reducir no sólo las cosas sino las personas a objetos manipulables, modificables, explotables? ¿qué límite a la destrucción de los corazones ajenos? Es lo que demuestran los protagonistas de Las amistades peligrosas donde la belleza y la cultura son máscaras para depredar:
…sin sentir ni una palabra:
–“No puedo evitarlo” Ah los charlatanes, mentirosos, hechiceros (Sofista 234; República 595 Platón)