ada vez se utilizan menos verbos ( y se reduce su variedad) a cambio de más sustantivos y adjetivos. Esto no sucede por azar y constituye un hecho de extraordinaria importancia, porque hablamos como pensamos y actuamos como hablamos.
Du Marais planteó este problema de la sustitución de verbos por nombres -en la sociedad occidental- con gran precisión en el s XVIII. Precisamente es el siglo en el que el PIB mundial comenzó a subir exponencialmente, el inicio de la industrialización, la expansión de la propiedad privada. Todos ellos son acontecimientos paralelos y acaso deudores de este cambio idiomático.
Hoy, 200 años más tarde, el fenómeno parece haber aumentado -máxime si consideramos las conversaciones mínimas y sin matices a las que alientan las redes sociales-. Un verbo indica proceso, en un proceso hay actividad no posesión, y la persona, cuando lo realiza, está inmersa en su acción -come, ama, duerme, estudia, piensa, trabaja, escala, corre…-. Un sustantivo en cambio es una abstracción, no indica actividad, es algo externo.
Vamos a poner unos ejemplos de nuestro lenguaje actual en el que la extraordinaria expansión del verbo “tener” nominaliza y adjetiviza todo lo que le acompaña, tanto al sujeto que tiene, como al objeto que se tiene, como a los que reciben el mensaje:
- “tenemos” tristeza en vez de “sentimos” tristeza
- “tenemos” una buena amistad en vez de “soy” su amigo
- “tengo” paz en vez de “estoy” en paz o “vivo” en paz o “he logrado” paz en mis días.
- “tengo” una idea en vez de “pienso” una idea, “concibo” una idea, “pongo en marcha” una idea
- “tengo” un amor (o peor, un amado o aún peor, un amante) en vez de “amo” o “estoy” enamorado, cómo si el amor no fuera una actividad vital íntima, como si pudiera “tenerse” el amor o la persona “objeto” del mismo.
- “Se tiene” que hacer, en vez de “vamos a arremangarnos y a hacerlo” este uso es demasiado utilizado y me parece el colmo de la enajenación. “Que se haga”, sin ni siquiera sujeto concreto, y por supuesto sin contar con el que lo manifiesta, pero será motivo de comentarios en otra ocasión.
Tener y ser son dos formas radicalmente distintas y acaso excluyentes de transitar la vida. La del ser se recorre con verbos.